En un rincón oscuro del vasto escenario de la existencia humana, donde la luz de la verdad apenas se filtra, nos encontramos todos como espectadores, aplaudiendo la función magistral que nos presenta la vida. Pero, ¿qué es lo que realmente estamos viendo? ¿La realidad, esa complicada ilusión, o simplemente una serie de trucos de magia bien ensayados? Permíteme invitarte a una travesía filosófica, donde cada pregunta es un alfiler que se clava en el cerebro, y cada respuesta, una broma de mal gusto.
Imagina por un momento a un mago. No el típico que hace desaparecer un conejo o corta a una mujer por la mitad, sino uno que manipula nuestra percepción de la vida misma. Mientras nos deslumbra con sus trucos, nos dice: “Mira, no mires aquí, mira allá. ¡Abracadabra! Tu vida es perfecta, y si no lo es, bienvenido a la realidad alterna.”
En un mundo donde el caos reina supremo, todos nos aferramos a esa ilusión de seguridad. ¿Qué es más real, la comodidad de nuestra burbuja de fantasía o el desorden que se esconde bajo la superficie? A veces, es más fácil vivir en la caverna de Platón que arriesgarse a enfrentar la luz deslumbrante de la verdad, esa que puede cegar y despojar.
Y así, en nuestro viaje, nos encontramos ante una serie de preguntas, esas que nos sacuden y nos hacen titubear en nuestras certezas.
¿Qué pasaría si te dijera que tu felicidad es solo una ilusión creada por una serie de eventos desafortunados disfrazados de bendiciones?
¿O si te revelara que tus sueños más profundos son solo sombras proyectadas por la luz de tus miedos?
Es un juego retorcido, una danza entre la risa y la desesperación. Porque, al fin y al cabo, la vida es como una mala broma; todos reímos, pero solo porque no sabemos qué más hacer. Y, en el fondo, sabemos que el verdadero acto de magia está en aprender a reírnos de nuestra propia tragedia.
Imaginemos por un momento un mundo donde las cosas son más sencillas. Donde las respuestas son claras y la vida es un viaje lineal. Pero eso sería muy aburrido, ¿no? A veces, la realidad necesita un toque de humor negro.
Como cuando piensas que la vida te ha dado un limonero, y te das cuenta de que solo hay limones podridos. “¡Qué suerte tengo!” dices, mientras te preparas un jugo amargo, que ni siquiera es apto para hacer un cóctel. ¿Quién necesita un trago refrescante cuando puedes tener una dosis de ironía que te recuerda lo absurdo de tu existencia?
Y aquí, después de hacer malabares con tus expectativas, llegamos a la revelación. La verdad que estaba oculta tras el telón, esperando su momento de brillar. En un mundo donde todos buscan la verdad, ¿quién se atreve a preguntarse si la realidad es más aterradora que la ficción?
Al final, todos estamos inmersos en una trama cómica de enredos, donde las risas y las lágrimas se entrelazan en un mismo acto. El espectáculo debe continuar, y como buen mago, uno debe recordar que lo que importa no es la verdad, sino el truco.
Conclusión.
Así que, querido lector, la próxima vez que te enfrentes a las preguntas de la vida, recuerda que a veces, lo único que realmente necesitamos es aprender a reírnos de nuestras propias tragedias. Porque si no lo hacemos, ¿quién más lo hará?
La vida es un espectáculo, un carnaval de ilusiones. Y en el gran teatro de la existencia, la mayor de las ironías es que, en un mundo donde todos buscan la verdad, solo hay un truco que importa: aprender a disfrutar de la función, aunque sepamos que la verdad puede ser, a menudo, solo un espejismo.-Job Vasquez
Autor: Job Vasquez.
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