I. Los Sentimientos Son Válidos, Pero No Son Hechos
II. Nuestra Constitución y Nuestro Derecho Inalienable a la Soberanía
La Constitución Dominicana, en su artículo 3, establece que la soberanía es inviolable. Y esa soberanía implica, entre otras cosas, el derecho de regular quién entra, quién permanece y quién debe salir de nuestro territorio.
Permitir deportaciones, impedir partos ilegales en hospitales públicos y proteger el cupo educativo de los niños dominicanos no es xenofobia, es ejercicio soberano. Quienes intentan tergiversarlo pretenden debilitar nuestra nación bajo discursos culpabilizantes.
III. La Trampa de la Filantropía Obligatoria
Nos quieren vender la idea de que la ayuda a Haití debe ser incondicional y eterna, aún a costa de nuestro propio colapso. Esta narrativa no es filantropía, es chantaje moral.
La verdadera solidaridad internacional debe ser voluntaria y jamás puede exigir que un país pequeño y en vías de desarrollo cargue con una crisis creada por malas decisiones históricas, políticas y sociales de otra nación.
IV. Los Hechos Que No Pueden Ignorarse
Haití tiene décadas de colapso institucional, guerras civiles, corrupción endémica y desprecio por su propio orden social.
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Muchos ilegales haitianos en RD no solo buscan una vida mejor: también hay registros de delincuencia, tráfico de personas y narcotráfico asociados a redes haitianas.
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El gasto hospitalario y educativo en ilegales drena recursos que deberían garantizar derechos a los dominicanos, especialmente a los más pobres.
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Haití, desde hace años, mantiene una campaña de difamación internacional contra la República Dominicana, acusándonos falsamente de racismo y violaciones de derechos humanos.
V. Una Verdad Incómoda, Pero Necesaria
Aunque nos duela su tragedia, no es nuestra culpa. Y aunque nos quieran obligar a sentir culpa, no es nuestra responsabilidad cargar con Haití.
El cambio real para Haití debe venir de los propios haitianos y de sus dirigentes. No es justo ni moral pretender que la República Dominicana renuncie a su existencia misma para contentar a quienes nos odian o nos ven solo como una tabla de salvación.
Conclusión: Soberanía, Ley y Dignidad
Los dominicanos no debemos, no podemos ni queremos convertirnos en los mártires de las malas decisiones haitianas.
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