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La Soberanía No Se Negocia: República Dominicana No Está Obligada a Cargar con los Errores de Haití

 


Por Job Vasquez.

En los tiempos recientes, sectores internacionales, ONGs, organismos como la ONU y algunos traidores internos han pretendido imponer a los dominicanos una culpa que no nos pertenece. Se nos exige, en nombre de la filantropía, la tendencia mediática y una supuesta “solidaridad humanitaria”, que sacrifiquemos nuestra soberanía, nuestros recursos y hasta nuestro futuro para cargar con las consecuencias de los errores ajenos. Ante esta presión, urge preguntarnos: ¿Estamos obligados los dominicanos, moral o legalmente, a destruir nuestra nación para salvar otra que nos desprecia y nos culpa?

I. Los Sentimientos Son Válidos, Pero No Son Hechos

La compasión por el dolor humano es natural. Reconocemos el sufrimiento del pueblo haitiano, pero la compasión no puede ser excusa para la autodestrucción.

Los sentimientos pueden motivar actos de bondad, pero no deben sustituir la razón, la ley, ni el derecho soberano. La República Dominicana no puede ni debe fundamentar su política migratoria en emociones, ni mucho menos en presiones externas interesadas.

II. Nuestra Constitución y Nuestro Derecho Inalienable a la Soberanía

La Constitución Dominicana, en su artículo 3, establece que la soberanía es inviolable. Y esa soberanía implica, entre otras cosas, el derecho de regular quién entra, quién permanece y quién debe salir de nuestro territorio.

Permitir deportaciones, impedir partos ilegales en hospitales públicos y proteger el cupo educativo de los niños dominicanos no es xenofobia, es ejercicio soberano. Quienes intentan tergiversarlo pretenden debilitar nuestra nación bajo discursos culpabilizantes.

III. La Trampa de la Filantropía Obligatoria

Nos quieren vender la idea de que la ayuda a Haití debe ser incondicional y eterna, aún a costa de nuestro propio colapso. Esta narrativa no es filantropía, es chantaje moral.

La verdadera solidaridad internacional debe ser voluntaria y jamás puede exigir que un país pequeño y en vías de desarrollo cargue con una crisis creada por malas decisiones históricas, políticas y sociales de otra nación.

IV. Los Hechos Que No Pueden Ignorarse

  1. Haití tiene décadas de colapso institucional, guerras civiles, corrupción endémica y desprecio por su propio orden social.

  2. Muchos ilegales haitianos en RD no solo buscan una vida mejor: también hay registros de delincuencia, tráfico de personas y narcotráfico asociados a redes haitianas.

  3. El gasto hospitalario y educativo en ilegales drena recursos que deberían garantizar derechos a los dominicanos, especialmente a los más pobres.

  4. Haití, desde hace años, mantiene una campaña de difamación internacional contra la República Dominicana, acusándonos falsamente de racismo y violaciones de derechos humanos.

V. Una Verdad Incómoda, Pero Necesaria

Aunque nos duela su tragedia, no es nuestra culpa. Y aunque nos quieran obligar a sentir culpa, no es nuestra responsabilidad cargar con Haití.

El cambio real para Haití debe venir de los propios haitianos y de sus dirigentes. No es justo ni moral pretender que la República Dominicana renuncie a su existencia misma para contentar a quienes nos odian o nos ven solo como una tabla de salvación.

Conclusión: Soberanía, Ley y Dignidad

Los dominicanos no debemos, no podemos ni queremos convertirnos en los mártires de las malas decisiones haitianas.

La deportación de ilegales no es un acto de odio, sino de legalidad.

Proteger nuestras escuelas, hospitales y territorio no es racismo, sino sentido común.

Aplicar nuestra Constitución no es insensibilidad, sino supervivencia nacional.

República Dominicana no puede ni debe ser sacrificada en el altar de una filantropía hipócrita impuesta por quienes jamás sacrifican nada propio.

La soberanía no se negocia. La dignidad no se mendiga. La supervivencia no se discute.

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