En el vasto océano de la existencia, me hallé naufragado entre las letras que formaban mi nombre, como un fragmento de un poema olvidado por el tiempo. Mis padres, artesanos del destino, trazaron en un papel la combinación de tres letras que habría de guiar mi destino, como si fueran versos inscritos en la lápida de un destino predeterminado.
Job. Un nombre que resuena como un eco en las sombrías cámaras de mi ser, un recordatorio constante de la carga que debo llevar, como un cuervo ominoso posado en el busto de Palas Atenea. ¿Acaso soy solo un personaje en un relato ajeno, condenado a recorrer el camino de otro, arrastrando las cadenas de sus expectativas como un pecado original?
En las profundidades de mi alma, donde se entretejen los hilos de la razón y la locura, me pregunto si acaso mi existencia tiene algún propósito más allá de ser una sombra en el vasto teatro de la vida. ¿Qué tragedia aguarda a aquellos que se pierden en el laberinto de las expectativas ajenas, como el protagonista de un cuento macabro escrito por el mismísimo Poe?
En las sombrías esquinas de mi mente, danzan los espectros de mis miedos más profundos, susurros de dudas y desesperación que me acechan como el corvo mensajero del destino incierto. ¿Qué destino aguarda a aquellos que se atreven a desafiar las convenciones impuestas, a escribir su propia historia en las páginas del tiempo?
Al igual que el protagonista de un cuento de Poe, me veo arrastrado por las corrientes tumultuosas de la incertidumbre, en busca de una luz que disipe las sombras de la autoimpuesta oscuridad. En las palabras del poeta maldito, encuentro el eco de mi propia búsqueda, el anhelo de encontrar la verdad en un mundo teñido de sombras y engaños.
Así, entre los versos de Dante y las sombras de Poe, trazo mi propio camino hacia la luz, desafiando las expectativas impuestas para encontrar la verdad en el laberinto de la existencia. Porque en el corazón mismo de la oscuridad, yace la chispa de la autenticidad, la llama eterna que guía el camino hacia el verdadero yo.
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