Este artículo, estimado lector o lectora (o lo que prefieras ser hoy, mañana ya veremos), es mi espacio para reflexionar sobre una tendencia reciente que me causa, como mínimo, una mezcla de hilaridad y desesperación: la absurda insistencia de algunos en querer empaparme de sus teorías sin sustento lógico-científico, en nombre de esa cosa llamada "empatía selectiva". Y como ya estamos en confianza, decidí que el humor negro, la ironía y el sarcasmo serían los mejores vehículos para desahogar esta ironía que me carcome.
Vamos al grano: ¿Por qué, oh nobles almas, insisten en enviarme mensajes llenos de citas, teorías, ensayos y manuales que ni siquiera pasarían el filtro de un razonamiento lógico básico? En serio, me llegan a decir que debería leer ciertos "manuales progres" para poder reflexionar adecuadamente sobre lo que escribo. Como si reflexionar implicara someterse a una especie de catecismo moderno que convierte la lógica en esclava de los sentimientos.
Si no sé cómo llamarte, es porque no sé lo que eres.
Aquí viene lo interesante. Imagina que te cruzo por la calle y no sé cómo referirme a ti. No es que me falte cortesía (que a veces también), sino que, para empezar, no tengo ni UNA PUTA IDEA de lo que representas. ¿Eres una persona? ¿Un concepto abstracto? ¿Una narrativa de autopercepción? Pues, si no estás seguro/a de lo que eres, ¿cómo COÑO esperas que yo lo esté?
Si no lo representas, no me exijas que lo asuma.
Ah, pero claro, tú asumes que eres lo que crees que deberías ser, y aquí es donde empieza la tragicomedia. Yo, que aún intento aferrarme a la lógica básica (esa cosa anticuada que nos enseñaban antes de la postmodernidad), asumo que algo es lo que parece ser. Pero si tú decides que no lo eres, entonces entramos en el fascinante terreno de "no soy lo que soy, sino lo que asumo que debería ser". Maravilloso, ¿no? Eso sí, no me pidas que lo entienda, porque ya la lógica huyó por la ventana y dejó una nota diciendo: "Nos vemos en otro universo donde la coherencia aún tenga un lugar".
El espejo te está esperando.
Antes de juzgarme por no adherirme a tu manual progre favorito, hazte un favor: mírate al espejo. No me refiero a ese espejo mágico que te dice lo que quieres escuchar; hablo del que refleja lo que realmente eres. Y dime, ¿qué ves? ¿Lo que eres o lo que quieres ser? Porque, y aquí va la ironía: si no eres lo que deberías ser por simple lógica, ¿cómo pretendes que yo lo sepa antes que tú?
La mentira piadosa: ¿un favor o una condena?
Llegamos al punto más dulce de este artículo irreverente. Digamos que finalmente me dices cómo quieres que te llame. Y yo, por empatía, por cortesía, hasta por piedad, te llamo como prefieras. Pero, querido lector, debes entender algo crucial: lo haré con una sonrisa en los labios, sabiendo perfectamente que es una mentira piadosa. Sí, una pequeña concesión para no herir tus sentimientos, pero no te equivoques, eso no cambia lo que eres.
La verdad incómoda: somos lo que somos, no lo que queremos ser.
Por más que te esfuerces en construir castillos de arena sobre las olas de la percepción y los sentimientos, la realidad sigue siendo implacable. Somos lo que somos, no lo que queremos ser. Los sentimientos son constructos sociales que, en muchos casos, solo generan confusiones y atrocidades. Lo que nos queda, al final del día, es la verdad, fría y dura, y la lógica que, si bien a veces es impopular, es la única herramienta que puede cortar a través de esa maraña de fantasías sentimentales.
Así que, la próxima vez que decidas enviarme uno de esos mensajes llenos de teorías sin pies ni cabeza, te agradecería que antes te mires al espejo. No para convencerte de lo que quieres ser, sino para recordarte lo que realmente eres. Y, por favor, no me pidas que llame "arte" a lo que en realidad es solo un intento mal disimulado de manipular la verdad.
Autor: Job Vasquez.
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