El Dilema de la Credibilidad: Cuando la Fe en la Verdad se Topa con la Ironía de la Percepción.

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El Dilema de la Credibilidad: Cuando la Fe en la Verdad se Topa con la Ironía de la Percepción.

 

Vivimos en una época en la que la verdad y la credibilidad se han convertido en conceptos tan elusivos como esenciales. Es irónico cómo la verdad, ese pilar de nuestra comprensión del mundo, puede estar tan sometida a la interpretación personal que lo que para uno es incuestionable, para otro es un rompecabezas imposible de armar. Y es en esta encrucijada donde surge una paradoja que golpea el núcleo de la comunicación humana: "Tu problema es que no te creo, pero mi problema es que lo que predicas desde mi punto de vista no es creíble."

¿De quién es la culpa? Podríamos preguntar. Pero este cuestionamiento lleva implícito un error de base: asumir que la credibilidad es una cualidad inherente al mensaje y no al receptor. La ironía aquí reside en la dualidad del problema: si tu desafío es que no te creo, entonces el desafío también debería ser tu capacidad de hacer creíble lo que predicas. No se trata simplemente de qué tan verdadera sea tu afirmación, sino de qué tan bien logras que esa verdad resuene en la mente de quien te escucha.

La Paradoja de la Creencia.

Si no te creo, puede que el problema no radique en la veracidad de tu mensaje, sino en la percepción que tengo de él. Desde un punto de vista filosófico, la verdad y la creencia son dos caras de la misma moneda, pero la credibilidad es la aleación que las mantiene unidas. Si la moneda se corroe, no importa cuán verdadero sea el mensaje, siempre parecerá falso o irrelevante.

Aquí es donde entra en juego una pregunta esencial: ¿Deberías preocuparte más por entender el mensaje que intentas transmitir o por asegurarte de que lo que entiendes realmente puede ser entendido por otros? Si tu preocupación es que no te creo, entonces tal vez debas cuestionarte si lo que crees es suficientemente creíble o si lo entiendes a un nivel que te permita expresarlo con claridad y convicción.

El Eco de la Incomprensión.

El verdadero desafío, entonces, no es simplemente predicar la verdad, sino traducir esa verdad de manera que sea accesible y persuasiva. Aquí yace otra ironía: en la comunicación, la claridad no siempre es el objetivo. A veces, la complejidad y el misterio son necesarios para transmitir ideas profundas. Sin embargo, cuando estas ideas se vuelven tan complejas que desafían la capacidad de entendimiento del receptor, corren el riesgo de volverse incomprensibles y, por lo tanto, increíblemente lejanas.

Es posible que tú, como portador de una verdad, estés tan inmerso en tu comprensión que olvides que otros no comparten tu punto de vista. Es aquí donde la comunicación fracasa, no porque el mensaje sea incorrecto, sino porque la forma en que se presenta no logra traspasar la barrera de la percepción ajena. La verdad sin credibilidad es como una luz sin brillo: existe, pero no ilumina.

La Fe en la Comprensión.

Entonces, ¿qué hacer? Tal vez, en lugar de enfocarnos únicamente en la verdad que queremos transmitir, deberíamos centrar nuestros esfuerzos en comprender cómo esa verdad es percibida por otros. En última instancia, la credibilidad no es solo una cuestión de verdad, sino de fe mutua en la capacidad de comprender y ser comprendido.

Tu problema es que no te creo; mi problema es que lo que predicas no es creíble desde mi perspectiva. Esta afirmación es más que una simple queja: es un llamado a la reflexión sobre la naturaleza de la verdad, la comunicación y la creencia. Para ser creíble, primero debes ser comprendido, y para ser comprendido, primero debes entender no solo lo que dices, sino cómo lo dices y a quién se lo dices.

¿No es irónico? En el esfuerzo por comunicar la verdad, tal vez lo que necesitamos es menos énfasis en lo que creemos y más en cómo lo creemos. Porque, al final del día, la credibilidad no es solo cuestión de quien habla, sino también de quien escucha.

Conclusión Paradojica Al Estilo Edgar Allan Poe.

Al crear SINTONIZANDO SABERES DE MENTES CONVERGENTES, me invadieron sombras de pensamientos furtivos: ¿Qué murmurarán mis hermanos en la penumbra de la duda? ¿Qué susurrarán mis amigos en la penumbra de la burla? ¿Qué eco tendrán mis ex-esposas, testigos de mis contradicciones? ¿Y qué dirán aquellos que conocen mis abismos y demás anormales como yo, que se atrevan a leer mis laberintos?

A lo que me respondí: que hablen las sombras, que susurren en la penumbra, Que piensen lo que deseen, menos que mis palabras carecen de lógica, Menos que escribo mentiras disfrazadas de verdades, Porque lo que ellos piensan de mis pensamientos, quizás no sean más que reflejos distorsionados de sus propias incertidumbres.

Pero yo, perdido en esta danza de espectros,Entre lo que pienso, lo que escribo y lo que en sus mentes se desdibuja, La paradoja de la credibilidad sigue su curso como un río oscuro: Todos tienen razón en su delirio,Y al mismo tiempo, todos estamos irremediablemente equivocados, Bailando en el borde de un abismo donde la verdad y la mentira son espejismos en la noche eterna.

Pd. Dedicado a mi amigo, Juan Carlos Mejía Valdez, cuya aguda mente y profundas conversaciones sembraron la semilla de esta reflexión. Este artículo nació de un intercambio de ideas con él, recordándome que la verdadera amistad se forja en el diálogo sincero y en la búsqueda compartida de la verdad, por más paradójica que esta pueda ser.

Autor: Job Vasquez

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