La Rebelión del Culo: Reflexiones Sobre el Verdadero Poder.

Ticker

6/recent/ticker-posts

Header Ads Widget

La Rebelión del Culo: Reflexiones Sobre el Verdadero Poder.

Establecer un blog es como abrir una pequeña ventana al mundo, donde cualquier alma errante puede asomarse y lanzar sus pensamientos, opiniones, y en ocasiones, sus frustraciones. Cuando configuré las alertas de mi blog, me encontré con una decisión crucial: ¿debería permitir que todos los comentarios se publicaran automáticamente o debería revisarlos antes? La idea de la democracia, la libertad de expresión, y el no silenciar a nadie por más radical, irracional o subversivo que fuera, me sedujo brevemente. Sin embargo, opté por verificar los comentarios antes de su publicación, no por miedo a las críticas, sino porque tengo la rara habilidad de anticiparme a los desvaríos de ciertos personajes que, al carecer de argumentos sólidos, recurren a insultos, sentimentalismos baratos, victimismo o incluso apodos peyorativos.

Como era de esperar, apareció una joya de la irracionalidad. Esta persona, después de desplegar un arsenal de adjetivos, referencias a mi estatus social y presumir de su supuesta bonanza económica, se despidió de mí con un encantador: "Pobre de mierda, eres un culo". La ironía me hizo reír, no porque me afectara en lo más mínimo, sino porque me recordé que este tipo de personas suelen subestimar la importancia de aquello que consideran insignificante. Decidí borrar su comentario, no por mí, sino por respeto a las pocas personas que leen mi blog, aquellas que prefieren reflexionar en lugar de rebozarse en la vulgaridad.

Con el morbo más inocente del mundo, decidí reflexionar sobre el apodo "culo" usando una vieja historia que me contaba mi abuelo, la cual llamaba "La rebelión del culo".

Un día, los órganos del cuerpo humano decidieron reunirse para debatir cuál de ellos era el más importante. El cerebro, con su habitual arrogancia, se autoproclamó ganador, afirmando que sin él, nada en el cuerpo funcionaría. El corazón rápidamente reclamó su lugar, argumentando que sin él bombeando sangre, todos perecerían. Así siguieron otros órganos, como el hígado, los riñones, y el estómago, cada uno intentando afirmar su supremacía.

De repente, un silencio incómodo invadió la sala cuando el culo, sí, el humilde y maloliente culo, dijo: "Yo soy el órgano más importante". Las risas no se hicieron esperar. Fue llamado de todo: ediondo, irrelevante, un simple escape de desechos. Pero el culo, con calma y dignidad, respondió: "De acuerdo, a partir de ahora no se caga".

Los efectos fueron inmediatos. La sangre comenzó a llenarse de toxinas, los riñones y el hígado fueron los primeros en fallar, el corazón entró en taquicardia, y el cerebro, ese que tan seguro estaba de su superioridad, comenzó a pensar locuras. Al final, el culo, el órgano más sencillo y despreciado, se coronó como el rey de los órganos, el verdadero poder detrás del funcionamiento del cuerpo.

Esta metáfora, contada por mi abuelo, aplica perfectamente a lo que ha sucedido a lo largo de la historia cada vez que los poderosos desprecian a los pobres. Cuando los ricos subestiman la importancia de aquellos a quienes consideran inferiores, los pobres, cansados de ser ignorados y humillados, toman una decisión similar a la del culo: dejan de "cagar", dejan de hacer lo que les piden sin recibir nada a cambio. Y entonces, el sistema que parecía inquebrantable, comienza a desmoronarse.

La historia está repleta de ejemplos: desde la Revolución Francesa, donde los campesinos y proletarios hartos de la opresión se levantaron contra la aristocracia, hasta los movimientos sindicales del siglo XX, donde los trabajadores dijeron "basta" y forzaron a los empresarios a reconocer su valor. La lección es clara: subestimar el poder de los "insignificantes" es un error que se paga caro.

Así que, mi querido interlocutor, quizás en lugar de preocuparte tanto por los apodos que asignas a los demás, deberías considerar lo que realmente significa ser "un culo". Porque al final del día, aquellos a quienes consideras menos, podrían ser quienes sostienen el peso de todo lo que das por sentado. Y si deciden rebelarse, tal vez descubras que la verdadera mierda no proviene de ellos, sino de tu propia arrogancia.

Conclusion:

Yo no trato de convencer a nadie y, para ser sincero, no disfruto ser el foco de atención ni el contacto físico, pero sí disfruto del intercambio intelectual. Más que educar, busco aprender, y eso solo se logra al debatir con personas capaces de demostrarme, sin lugar a dudas, que estoy equivocado. Mi problema no es que me niegue a creer lo que otros dicen, sino que no confío en ustedes. No confío porque ni siquiera saben explicar, mucho menos demostrar, que lo que afirman es verdad. Y a mí, nadie me va a hacer decir o creer algo solo porque un grupo de ignorantes en quienes no confío lo exija.

Autor: Job Vasquez.


Publicar un comentario

0 Comentarios