La Trampa de la Prepotencia: Un Viaje Filosófico entre la Lógica, la Fortuna y el Ego.

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La Trampa de la Prepotencia: Un Viaje Filosófico entre la Lógica, la Fortuna y el Ego.

 

En el transcurso de la vida, muchas veces nos encontramos con situaciones que desafían nuestra percepción de la realidad, sobre todo cuando esas percepciones están profundamente arraigadas en la lógica y las estadísticas, como lo están en mi caso. Hoy, mientras mantenía una conversación con una de las personas que más respeto—mi cuñado—quedé sorprendido por una lección inesperada. Él, quien encarna lo que se podría describir como el éxito en todos los sentidos: emocional, económico, y en la resiliencia, me hizo ver algo que hasta ahora había ignorado o, peor aún, subestimado.

Durante nuestra charla, abordamos un tema trivial. Como siempre, expuse mis ideas con el soporte de la lógica y las probabilidades, convencido de que era el enfoque más certero para llegar a conclusiones válidas. Al exponer mi visión, él replicó con una frase que inicialmente me pareció superficial: “Te olvidas de la fortituidad que acompaña al tomar riesgos.” De inmediato, mi arrogancia salió a flote y en un intento por invalidar su argumento, recurrí a la razón y la causalidad como anclas de mi discurso.

Lo que sucedió después fue inesperado y, en cierta medida, revelador. Su respuesta me desarmó: “Tu problema es que te basas en la lógica y la razón, pero olvidas lo más importante: la fortituidad. Asumes que todos deben estar conscientes de tu capacidad y te olvidas de los momentos en los que debes demostrarla. Das por sentada tu superioridad intelectual de una manera arrogante y asumes que todos deben asumirla sin evidencia. Lo que predicas es una resonancia del pasado; quieres recurrir a la admiración que perdiste y a la fama que no demuestras. Eso es prepotencia.”

Esa frase resonó profundamente. En ese momento, mi ego quedó expuesto como el verdadero antagonista en esta conversación. Me vi reflejado en sus palabras, no como el defensor de la razón, sino como alguien atrapado en la trampa de la prepotencia.

Reflexionando sobre el Ego, la Lógica y la Fortuna.

Aquí me detengo para traer a colación a Friedrich Nietzsche, quien, en Más allá del bien y del mal, menciona: “Cualquiera que luche contra monstruos debería procurar que, al hacerlo, no se convierta en uno de ellos.” En mi búsqueda por siempre estar en lo correcto, me convertí en un monstruo de mi propia creación: la arrogancia disfrazada de racionalidad.

Al igual que Nietzsche advierte sobre los peligros del ego, Robert Greene, en Las 48 leyes del poder, nos enseña que uno de los mayores errores que cometemos es subestimar a los demás, algo que yo hice con mi cuñado al asumir que mi lógica infalible estaba por encima de cualquier otro enfoque. Greene argumenta que el verdadero poder reside en adaptarse a las circunstancias, en reconocer las variables inesperadas —como la fortituidad que él mencionó— y en no dar por sentada la admiración o respeto que los demás nos puedan otorgar.

Freud también tiene algo que decir al respecto. Según su teoría psicoanalítica, el ego busca constantemente reafirmarse, pero muchas veces lo hace a expensas de la realidad. Mi ego, aferrado a la idea de que la lógica y las estadísticas son los pilares inquebrantables de la verdad, se olvidó de algo fundamental que Freud destaca: el ser humano no es solo razón; también somos impulsos, deseos, y, sí, vulnerables a lo que escapa de nuestro control, como la fortuna o el azar. La fortituidad a la que se refería mi cuñado no es más que el reconocimiento de que, a veces, el resultado no está enteramente en nuestras manos, y negar esa realidad es un acto de arrogancia.

El Despertar ante la Prepotencia.

Mirando hacia atrás, es evidente que estaba atrapado en un ciclo de autosuficiencia, dando por sentado que mi capacidad intelectual era evidente para todos y que no necesitaba demostrar nada. La frase de mi cuñado fue un espejo, obligándome a enfrentar lo que Nietzsche describe como el "eterno retorno" de mis propios errores. ¿Cuántas veces he actuado así? ¿Cuántas veces he asumido que mis logros pasados son suficientes para sostener mi valía presente sin la necesidad de probarme nuevamente?

“La prepotencia es el refugio del que teme perder el respeto que cree tener,” decía Greene, y esa frase se materializa en cada uno de mis momentos de arrogancia. Me doy cuenta de que, en mi afán por defender la lógica, había perdido de vista que el verdadero respeto y la admiración no son cosas que se heredan, sino que se ganan y renuevan constantemente.

Conclusión: Reconciliando la Lógica con la Fortuna.

El desafío ahora es encontrar un equilibrio entre la lógica y la fortituidad. No se trata de abandonar el rigor de la razón, sino de reconocer que el riesgo y la incertidumbre también juegan un papel esencial en el éxito y en la vida misma. Como Nietzsche sugería, no podemos seguir siendo quienes éramos; debemos evolucionar. Hoy, gracias a una conversación que comenzó como algo trivial, me he dado cuenta de que para crecer verdaderamente, es necesario dejar de aferrarse a las viejas narrativas de superioridad y permitir que la vida, en toda su incertidumbre, nos lleve a lugares donde la lógica no siempre tiene la última palabra.

Así, cierro esta reflexión con una cita de Freud que encapsula este proceso de autoconocimiento: “El yo no es amo en su propia casa.” La mente, por mucho que quiera controlar y predecir, no siempre está a cargo, y a veces, lo que más necesitamos es recordar que hay factores que escapan a nuestra razón y que eso no nos hace menos, sino más humanos.

Autor: Job Vasquez

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