La manifestación del pueblo dominicano el 27 de septiembre no es más que la voz legítima de quienes, a través de generaciones, han luchado por mantener su soberanía y su derecho constitucional a expresarse. Sin embargo, bajo el manto de lo que algunos llaman "democracia pluralista", ciertos medios parecen estar dispuestos a atacar y demonizar cualquier expresión que no se alinee con sus agendas, utilizando argumentos que son, en sí mismos, una amenaza velada a la libertad de pensamiento.
El artículo titulado "Defendamos los estilos democráticos. Los extremismos no llevan a buen camino" no solo es un intento flagrante de manipular la percepción pública, sino que, desde un análisis filosófico y ontológico, plantea una peligrosa distorsión de lo que realmente está en juego: el derecho del pueblo a existir, decidir y ser libre. No podemos ignorar la ironía de quienes se autoproclaman defensores de la libertad mientras censuran y ridiculizan las voces que, con fervor patriótico, defienden su identidad.
¿Extremismo o Derecho a la Autodeterminación?
Llamar "extremistas" a los ciudadanos que marchan en defensa de la soberanía de su nación no es más que una estrategia cobarde para silenciar el patriotismo y disfrazar la deslealtad hacia la patria con un falso manto de pluralismo. En lugar de fomentar un debate saludable sobre las preocupaciones legítimas del pueblo dominicano, los medios que abogan por esta narrativa intentan arrastrarnos a un pantano de culpabilidad histórica, sugiriendo que cualquier forma de nacionalismo debe ser asociada con las tragedias del pasado. Comparar la legítima defensa de la soberanía con los horrores de las guerras mundiales no solo es un recurso retórico desgastado, sino también un insulto a la inteligencia de los dominicanos.
La cita de Martin Niemöller, utilizada torpemente en este artículo, revela la hipocresía inherente: los que hoy nos llaman a "guardar silencio" frente a la defensa de nuestra soberanía, son los mismos que, al igual que aquellos que Niemöller describe, guardan silencio cuando se socavan los cimientos de nuestra nación en nombre de un globalismo insípido. Aquí el verdadero peligro no radica en el nacionalismo, sino en aquellos que, detrás de la máscara de la democracia, pretenden despojarnos de nuestro derecho a existir como nación libre e independiente.
El Peligro del Discurso Manipulador
La acusación de que "los medios actúan en contra del pueblo" no es una falacia; es una realidad palpable cuando estos mismos medios manipulan el discurso, moldeando narrativas que convienen a intereses globalistas y despreciando la voluntad popular. Lo que verdaderamente "socava los principios democráticos" no es la defensa de la soberanía, sino el intento de acallar a los que luchan por ella. La democracia no es una jaula de cristal, sino una herramienta viva que se nutre del disenso, del debate y del derecho a expresar ideas que, aunque incómodas para algunos, son fundamentales para el bienestar de la nación.
Por tanto, sugerir que el nacionalismo es inherentemente un mal social, o que quienes lo defienden promueven políticas "incendiarias", es un intento burdo de reducir una causa noble a la caricatura del extremismo. Quienes marcharon el 27 de septiembre no lo hicieron para fomentar el caos, sino para defender el derecho de los dominicanos a determinar su futuro sin interferencias externas ni coerciones mediáticas.
La Marcha de la Soberanía: Un Grito de Libertad
La historia de la humanidad nos enseña que los pueblos que se rinden ante la manipulación externa están destinados a desaparecer. Cuando los medios insisten en desacreditar las demandas legítimas del pueblo, no solo traicionan su deber informativo, sino que se convierten en cómplices de un proyecto mayor: despojar a las naciones de su identidad y sumergirlas en un océano de mediocridad global.
El 27 de septiembre, la República Dominicana no marchó hacia el extremismo, como sugiere el artículo de Diario Libre; marchó hacia su propio destino, recordando al mundo que aún existen naciones que no se venden ni se doblegan ante la presión. El peligro no está en el pueblo que defiende su soberanía, sino en quienes, desde cómodas oficinas, intentan minar esa soberanía con el veneno de la desinformación.
Conclusión: La Amenaza No Es El Pueblo, Sino La Manipulación
Los medios tienen una responsabilidad con la verdad y con el pueblo que los sostiene. Cuando esa responsabilidad se pervierte, cuando en lugar de servir como vigilantes de la democracia se convierten en cómplices de agendas externas, se vuelven una verdadera amenaza. La libertad de expresión y el derecho a la autodeterminación no pueden ser socavados bajo el pretexto de defender la "pluralidad". Pluralidad no significa silenciar al disidente ni desacreditar al patriota.
No somos extremistas por defender nuestra patria. Somos, en cambio, la última línea de defensa frente a un mundo que busca diluirnos. Y eso, señores, no lo vamos a permitir.
Autor: Job Vasquez.
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