La historia de las luchas por la igualdad de derechos está marcada por avances, resistencias y, a menudo, un notable cambio de roles. En este artículo, exploraremos la paradoja entre la lucha legítima por la igualdad de derechos y el deseo, consciente o inconsciente, de tomar el lugar del opresor, convertido en victimario. Nos apoyaremos en la psicología, la ontología y el razonamiento lógico para esclarecer esta compleja transición y su impacto en la sociedad.
La Ontología del Poder: Víctima y Victimario
El poder es un concepto central en cualquier discusión sobre la opresión. Ontológicamente, el poder no tiene un valor intrínseco de maldad o bondad. Es una fuerza dinámica que, en manos de diferentes actores, puede ser utilizada para la creación o la destrucción. El filósofo Friedrich Nietzsche, en su teoría del "voluntad de poder," argumenta que todo ser humano busca, de alguna forma, dominar y transformar su entorno. Pero cuando el poder se convierte en un instrumento de revancha, estamos ante un uso que Nietzsche mismo hubiera considerado nihilista, porque se basa en destruir para elevarse, no en crear una nueva realidad superior.
Esta transición de víctima a victimario se vuelve problemática cuando los derechos igualitarios son exigidos no desde un principio de equidad, sino desde un deseo de subyugar al antiguo opresor. El problema aquí es fundamentalmente ontológico: ¿en qué momento se transforma la lucha por la justicia en la búsqueda del dominio? ¿Y cómo podemos discernir la diferencia?
Psicología de la Víctima Convertida en Victimario
Desde el punto de vista psicológico, es clave analizar el fenómeno del "ciclo de la violencia," en el que aquellos que han sido victimizados, tras obtener cierto poder, reproducen los patrones de abuso. En términos de estudios psicológicos, la Teoría de la Resiliencia nos muestra que no todas las víctimas responden de la misma manera ante el trauma. Algunos buscan la equidad y la reparación, mientras que otros, llevados por el rencor acumulado, desarrollan un deseo de venganza y superioridad.
Un ejemplo histórico de esta transición es la Revolución Francesa. Los revolucionarios que originalmente luchaban contra la monarquía y el sistema feudal en busca de "libertad, igualdad y fraternidad" acabaron instaurando un periodo de terror, liderado por Robespierre y el Comité de Salvación Pública. El deseo de justicia se transformó en una maquinaria de guillotina donde los antiguos opresores, y cualquiera considerado enemigo del nuevo régimen, fueron sistemáticamente eliminados. El poder, obtenido a través de la lucha por la igualdad, se había convertido en un instrumento de venganza.
Aquí podemos ver claramente cómo la venganza es una consecuencia psicológica del resentimiento, en lugar de una aspiración genuina hacia la equidad. La lucha ya no es por derechos ni justicia, sino por revertir el sufrimiento infligido, buscando que el antiguo opresor sufra el mismo destino.
La Paradoja del Privilegio en la Lucha por la Igualdad
Otra cuestión ontológica relevante es cómo los movimientos por la igualdad de derechos a menudo se enfrentan a la tentación de instituir nuevos privilegios. El privilegio, en sí mismo, es una categoría que nace de la desigualdad. Luchar contra los privilegios opresores para crear otros privilegios, aunque destinados a los históricamente desfavorecidos, reproduce el ciclo de injusticia. Aquí encontramos una paradoja: ¿cómo se puede exigir igualdad cuando el objetivo es simplemente invertir los papeles de opresor y oprimido?
El caso de la Sudáfrica post-apartheid es ilustrativo. La lucha por la igualdad racial, liderada por Nelson Mandela y el Congreso Nacional Africano, buscaba derrocar un sistema profundamente desigual. Sin embargo, con el tiempo, algunos sectores empezaron a promover políticas que, bajo el manto de la "igualdad", favorecen a una raza por sobre otra, replicando los mismos mecanismos de exclusión que originalmente se pretendían abolir.
Este fenómeno revela cómo la igualdad basada en la reivindicación del rencor no es verdadera igualdad, sino una nueva forma de supremacía. El psicólogo social Jonathan Haidt sostiene que las sociedades que basan su organización en la victimización crónica están condenadas a una perpetuación del conflicto, ya que cada grupo se define en oposición al otro y no a través de un ideal superior de equidad.
Censura, Sentimientos y Venganza
Finalmente, es importante analizar el papel de la censura en estas dinámicas. La censura, cuando se usa para proteger sentimientos o identidades, puede convertirse en una herramienta de poder opresivo. Aquí es donde entran en juego los debates contemporáneos sobre libertad de expresión y corrección política. Mientras que algunos argumentan que la censura es necesaria para proteger a los más vulnerables, otros la ven como una nueva forma de control, en la que los antiguos grupos oprimidos ejercen su nuevo poder para silenciar a quienes antes dominaban.
La censura, en este sentido, es a menudo una manifestación de ese deseo de venganza, enmascarado bajo la retórica de la protección de derechos. Siguiendo a Michel Foucault, la censura puede entenderse como un mecanismo de control biopolítico, donde la regulación de los discursos es en realidad una forma de estructurar el poder en la sociedad. Esencialmente, quien controla la narrativa, controla el poder.
Conclusión: ¿Igualdad o Venganza?
La lucha por los derechos igualitarios es legítima y necesaria en una sociedad justa. Sin embargo, la frontera que separa la igualdad de la venganza es sumamente fina. La historia nos muestra que, cuando los movimientos se desvían hacia el resentimiento y el deseo de revertir la opresión, el resultado es una nueva forma de tiranía, disfrazada de justicia.
Es fundamental que las luchas por los derechos se basen en principios de equidad universal, no en sentimientos de revancha. Como sociedad, debemos preguntarnos si realmente buscamos la igualdad o simplemente deseamos ser quienes sostengan el látigo del poder. ¿Estamos dispuestos a romper el ciclo de opresión o nos conformamos con invertir los roles, repitiendo los errores del pasado?
En última instancia, debemos reflexionar: ¿cuál es el propósito real de nuestra lucha? ¿Crear una sociedad verdaderamente igualitaria o convertirnos en los nuevos opresores, orgullosos de nuestra venganza? La respuesta a esta pregunta determinará el futuro de nuestras sociedades.
Autor: Job Vasquez.
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