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El Dilema de la Fe: Buscando Razones en un Mundo que Desafía la Esperanza

 

La fe, esa palabra tan cargada de significado, parece siempre escurrirse entre mis dedos. No sé si la busco por tradición, por cultura, por la necesidad de aferrarme a algo más grande que mi limitado entendimiento. Lo cierto es que, cada día, me encuentro arrastrado hacia ella, aunque la razón me grite que es una ilusión, un escape necesario para quienes no pueden aceptar la cruda realidad de la existencia.

¿Por qué creer?

Es la pregunta que resuena constantemente en mi mente, como un eco profundo que se niega a ser acallado. A veces, me siento como un niño perdido en un vasto océano de dudas, intentando encontrar alguna pieza de salvación, algo que me haga sentir que lo que sigue más allá de la muerte no es solo vacío. Pero no logro entender si esa búsqueda de Dios, de fe, de esperanza, responde a una necesidad interna, cultural o simplemente a una respuesta ante lo inexplicable.

Racionalmente, todo lo que me han dicho sobre Dios se desmorona en un castillo de cartas. La razón no puede aceptar lo que no puede medir, clasificar o probar. Sin embargo, aquí estoy, intentando darle un espacio a lo que no tiene espacio en mi mente, aferrándome a la posibilidad de que, de alguna manera, lo inexplicable tiene un propósito. Pero, ¿por qué buscar razones que no puedo encontrar? ¿Es esto un juego mental, una estrategia psicológica para soportar la realidad de la finitud humana? ¿O es simplemente un intento de encontrar un refugio ante el abismo del desconocimiento?

La fe como un "comodín" de lo inexplicable.

No es que no vea valor en la fe; al contrario, en mi lucha por entender lo divino, me doy cuenta de que la fe podría ser el "comodín" de muchos momentos de mi vida, esos que no tienen explicación. El sentido de la vida, la razón detrás del sufrimiento, el significado de la muerte, todo parece encontrar un atisbo de respuesta en la figura de un ser superior. Pero esa misma fe, aunque me atrae, me genera un profundo conflicto interno. Si Dios es omnisciente, como dicen, entonces él conoce mis dudas, mis miedos y mis mentiras. ¿Cómo puedo afirmar tener una fe ciega, cuando cada día me veo cuestionando las premisas mismas de esa fe?

La angustia existencial es palpable cuando me enfrento a la idea de la muerte. ¿Qué hay más allá? ¿Será todo simplemente un ciclo que termina, o hay algo más? La incertidumbre es aterradora, y si hay algo que define mi ser es el miedo a lo desconocido. Pero, paradójicamente, ese mismo miedo es lo que alimenta la esperanza, la búsqueda de algo trascendente que le dé sentido a la vida. No sé si es la necesidad de encontrar un propósito o simplemente el impulso humano de no aceptar el vacío, pero la fe, en su forma más humana, se presenta como una respuesta válida ante esa incertidumbre.

La verdad de mi búsqueda.

Si llegara el día en que me encuentre con ese ser todo poderoso, como anhelo que exista, prefiero que me reciba tal como soy: un ser lleno de dudas, temores y contradicciones. No deseo presentarme ante Él con una fe falsa, ni con una respuesta preparada. Quiero que conozca mi verdad: la de alguien que sigue buscando, que sigue intentando encontrar alguna razón que justifique su esperanza, en un mundo que a menudo parece contradecir todo lo que intento creer.

Dios, si existe, no puede ser ajeno a mis dudas. Si es omnisciente, conoce mi lucha interna y la profundidad de mis preguntas. Por eso, al final del camino, no espero una revelación definitiva, ni una respuesta que me calme completamente. Solo espero la aceptación de esa búsqueda constante, esa lucha por encontrar sentido en un mundo que me dice todo lo contrario.

Conclusión: El proceso de la fe como búsqueda.

La fe no es un acto definitivo, no es una certeza cerrada. Para mí, la fe es un proceso continuo, un caminar incierto, un intento de hallar sentido en medio de las contradicciones que definen la existencia humana. En ese sentido, mi fe no está en la respuesta final, sino en la pregunta misma, en la libertad de poder seguir buscando, cuestionando y, sobre todo, siendo honesto con mis dudas.

Porque, al final, quizás lo único que realmente importa es la búsqueda misma, el acto de mantener la esperanza, aunque no siempre se tenga la certeza de lo que se busca. Y esa es la fe que, aunque irracional y a veces dolorosa, me acompaña cada día.

Autor: Job Vasquez

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