Por Job Vasquez
Una epifanía en medio del sexo, una cachetada al ego, y una reflexión brutal sobre el tiempo, la muerte y la farsa de una vida diseñada para likes. Job Vasquez se burla del sistema, de los vacíos con dinero, y de todo aquel que cree que vivir es aparentar. No apto para los que aún no han despertado.
Estaba teniendo sexo. Así de simple. Así de humano. Así de eterno. En medio del acto más instintivo, más animal y más sagrado del ser... BOOM. Una frase me explotó entre las neuronas como si el universo me la hubiera susurrado directo al hipotálamo con acento de apocalipsis: “El final de los tiempos.”
Pero no… no era el de la humanidad, ni el del mundo, ni el del clima ni de las redes sociales. Era el final de mis tiempos.
Porque el tiempo no se acaba… hasta que tú te acabas. Y si tú estás, aunque todo se esté yendo al carajo, el final no ha llegado. Mientras tengas conciencia, aunque sea un segundo, un gemido, un pensamiento —el tiempo sigue.
Y ahí, manín, fue cuando entendí: La vida no es lo que tienes. No es el carro, ni el reloj, ni el trago de 100 dólares que no sabe mejor que un jugo de lechoza. La vida es saber que estás y que puedes dejar de estar. Y que si puedes estar, puedes amar. Y si puedes amar, puedes ser eterno en otro ser. Y si puedes lograr eso, el final te puede besar el trasero sin que te duela.
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La mayoría vive como si fueran eternos, pero lloran como niños cuando el tiempo se les acaba y no dejaron ni una carcajada sincera, ni un recuerdo decente. Se matan por un ascenso para poder pagar una tarjeta que usaron pa' comprar un zapato que nadie miró. Y mientras tanto, el amor, el sexo real, la risa sin filtros, la conversación que te cura, y el tiempo con los tuyos, eso… lo aplazan como si el alma viniera con backup.
Y yo, mientras follaba, entendí algo que muchos no captan ni al borde del ataúd: Que el final no es el fin, es el olvido de que estabas. Y si te recuerdan feliz, si hiciste feliz… entonces nunca te fuiste del todo.
¿La Razón? Ja. ¿Cuál Razón?
Creen tener razón. Creen estar bien. Creen saber qué importa. Pero la razón, como el Wi-Fi en una cabaña barata, se va cuando más la necesitas. Y si tú te vas, ¿quién diablos valida si tu verdad era la buena?
Así que ríe, ama, fóllate la vida (con consentimiento y alma, por favor), y deja que tu último pensamiento no sea un “¿y si…?” Sino un “coño, sí viví”.
Título Alternativo para tu lápida:
"Aquí yace uno que no se llevó nada… pero dejó demasiado."
Touché.
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