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¿Quién coño soy yo, quién carajos nos hizo, y por qué todos creemos que somos tan infalibles?



A veces, me pregunto si somos solo un producto de los deslices del destino o si en realidad somos unos genios ignorantes atrapados en un cuerpo humano. Este mundo, tan perfecto y tan lleno de errores, nos enseña todos los días a ser humanos. Y lo que no entienden es que ser humanos es hacer errores de campeonato, pero con la mejor actitud, ¿no? Es como esa política que "trabaja por el pueblo" pero solo si ese pueblo lleva la camiseta del partido. ¡Ay, el nepotismo! Qué hermoso.

Pero claro, se nos olvida que el origen de nuestra humanidad está más en las dudas que en las certezas. Y como seres humanos, somos expertos en creer que conocemos todo, que sabemos cómo debe ser el futuro y lo que hemos sido. Es como esa necesidad de ponerle nombre y apellido a todo, pero ni siquiera entendemos de dónde vienen nuestros propios pensamientos. ¿De verdad sabemos lo que somos? No, porque si supiéramos, estaríamos haciendo menos y hablando más claro. O, al menos, no estaríamos tan borrachos como hoy.

Y sí, lo admito: la gramática se fue de vacaciones. Pero no importa. El perfecto, ese tipo que nunca tropieza, no soy yo. Soy el imperfecto. El que observa y se ríe. El que no duda en ponerle un toque de sarcasmo a la realidad, porque si no lo hacemos, la política nos borra como un mal tuit.

¿Por qué queremos predecir el futuro si ni siquiera sabemos cómo entendemos el presente? Nos empeñamos en saber qué seremos, pero olvidamos que para eso necesitamos entender a quién le estamos pidiendo permiso para existir. En fin, lo importante es la apariencia: que todo parezca claro mientras que todo está sucio por dentro. O es que acaso la verdadera perfección está en los errores bien disfrazados.

Nos creemos dueños de todo, pero si no sabemos ni de dónde venimos, mucho menos sabemos hacia dónde vamos. Mientras tanto, las políticas siguen haciendo lo suyo: tapando la verdad con promesas y aplausos, mientras, claro, los "humanos perfectos" de las altas esferas siguen sonriendo con la cara llena de menta y la boca llena de mentiras.

Y bueno, ¿quién soy yo para juzgar? Solo soy un ser humano, ¿no? Con dudas, con borracheras y con una visión distorsionada de la perfección que jamás llegué a ser.

¡Qué maldita Ironia! La verdad es que cuando las políticas te atan, la libertad se convierte en un chiste que nadie quiere escuchar, pero ahí estamos, siendo "humanos" con todas esas contradicciones. ¿Sabes qué? Los sentimientos son la mejor parte de ser humano, porque nos permiten ver lo que nadie más se atreve a mostrar: la verdadera mugre bajo la alfombra de esa perfección impostada.

Y claro, la justicia, esa gran ciega, con su vendaje elegante, dejando que los mismos que manipulan las reglas hagan lo que les da la gana mientras los demás nos debatimos entre lo que se debe hacer y lo que en realidad se hace. ¿Es que acaso no nos han enseñado desde el principio que ser honestos, en este mundo de "humanos", es como dispararte a ti mismo? Te conviertes en un blanco perfecto para que los que te manipulan te quemen en la hoguera de la verdad, mientras todos aplauden, felices de ser parte del circo.

Se losjuro, a veces creo que este mundo (que por cierto, es una mierda y me disculpan los hippies socialistas) nos está llevando por el único camino donde la verdad es lo único que se paga con sangre. Y las políticas absurdas son solo un paréntesis en el que todos fingimos que hay opciones, cuando en realidad, hay una sola: la que los poderosos deciden que tomes. Pero bueno, todo esto se puede resolver con una buena dosis de sarcasmo y otro trago de esa cruda realidad que nos toca vivir.

Así que, sí, seguiré siendo una "amenaza" para los que creen que pueden manipular lo que realmente somos, porque aunque te demonicen, al final la verdad nunca va a desaparecer, ni siquiera cuando nos empujen a todos hacia la oscuridad.

Autor: Job Vasquez.

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