La amistad, esa utopía emocional que nos vendieron como un intercambio puro de almas afines, pocas veces trasciende la delgada línea entre el mutualismo y el parasitismo. Es irónico cómo idealizamos la reciprocidad, convencidos de que todo vínculo humano se nutre de un balance perfecto, cuando en realidad, la mayoría de las relaciones oscilan entre la explotación disfrazada y la conveniencia cuidadosamente editada.
El mutualismo, según la biología, es esa danza perfecta donde dos organismos obtienen un beneficio mutuo, una sinfonía armónica de supervivencia. Pero, ¿qué sucede cuando uno de los dos absorbe más de lo que da? La amistad entonces degenera en parasitismo: un ser se alimenta emocionalmente del otro, dejando solo la cáscara vacía de quien alguna vez creyó estar construyendo un vínculo sincero.
La cruel paradoja radica en que muchas amistades no se construyen desde el equilibrio, sino desde la necesidad disfrazada de afecto. Unos buscan ser escuchados, otros buscan validación, y algunos simplemente necesitan un espejo donde reflejar sus miserias sin sentirse juzgados. Y en este intercambio desigual, lo bello radica en la miseria compartida, en ese morboso consuelo que da saberse acompañado en el caos.
¿No es acaso una ironía cruel que las almas más solitarias sean las que mejor entienden la naturaleza distópica de la amistad? Porque sólo aquellos que han sido devorados por la hipocresía social logran ver más allá del velo: la amistad, como la realidad, no es más que un espejismo cuidadosamente pintado por nuestra necesidad de pertenencia.
Así que, cuando el mundo finalmente se desmorone bajo el peso de sus propias mentiras, recuerda esto: la verdadera amistad no se encuentra en las palabras bonitas o en las sonrisas compartidas, sino en ese pacto silencioso entre dos almas conscientes de su mutua utilización.
Porque, al final, en este teatro irracionalmente racional, lo único real es que hasta la amistad, como la realidad misma, no es más que un acuerdo temporal entre parásitos bien vestidos.
Autor: Job Vasquez.
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