Solo existo, el porqué es irrelevante.
El libre albedrío, esa idea tan seductora que nos hace creer que somos los arquitectos de nuestro destino, no es más que una cruel y elegante ilusión. Creemos decidir, elegir, moldear el futuro con nuestras acciones conscientes, pero ¿y si todo esto fuera una mentira que nuestro cerebro construye para no enfrentar una verdad más abismal?
No somos libres. La libertad individual es una falacia porque el verdadero libre albedrío pertenece al todo, no al individuo. Somos piezas de un engranaje universal, movidas por fuerzas invisibles que disfrazamos de "intuición", "propósito" o "deseo". Al igual que un insecto manipulado por un hongo parasitoide que lo obliga a trepar a la cima de un árbol para morir, convencido de que es su decisión racional, nosotros seguimos impulsos que creemos propios, sin ver las cadenas cósmicas que nos arrastran.
El futuro no es una hoja en blanco. Es el efecto mariposa de una cantidad infinita de alas batiéndose al unísono, creando un huracán de consecuencias. La casualidad es solo una etiqueta que le damos a nuestra incapacidad de observar todas las variables que determinan un resultado. Lo impredecible no existe; solo existe lo no observado.
La paradoja desgarradora es esta: la existencia misma es un constructo racional de lo irracional. Nuestro cerebro intenta encajar el caos en explicaciones lógicas porque no puede aceptar que todo opera bajo leyes que no entiende. Intentamos asignarle sentido al universo cuando, en realidad, podría ser un vasto mecanismo autoregulador, un sistema inmunitario cósmico donde cada partícula, cada ser, cumple un rol en el equilibrio infinito.
Y si el universo, como un hongo parasitario, utiliza nuestra conciencia como una herramienta evolutiva para conservar su propia sinergia? Y si nuestros deseos y metas son simples empujones del todo para movernos según su conveniencia, sin que tengamos la más mínima voluntad real?
No hay azar, solo causalidad encadenada.
Tal vez la reencarnación, vista desde esta perspectiva, no sea un viaje espiritual, sino una simple conveniencia universal. Si en el futuro fuese necesario para el equilibrio cósmico que "tú" existas de nuevo, el mismo universo encontraría la forma de reagrupar tus átomos, de reorganizar la energía que una vez te compuso, para devolver tu "presencia" al juego infinito.
Somos eternos, no porque tengamos un alma inmortal, sino porque somos fases cíclicas de un propósito más grande. Al morir, nuestros cuerpos vuelven a ser parte de la tierra, del aire, del agua, mientras lo que llamamos "espíritu" podría ser solo la energía que regresa al vasto reservorio universal.
¿Realmente somos individuos o solo somos engranajes conscientes en una máquina irracional que juega su propio juego?
Solo existo. El porqué, para el universo, es irrelevante.
Autor: Job Vasquez.
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