Privacy settings Los traidores detrás de los héroes

Ticker

6/recent/ticker-posts

Header Ads Widget

Los traidores detrás de los héroes

 

Por Job Vásquez

Hay verdades que no caben en las aulas, ni en las plazas patrias, ni en los libros que quedaron tras las hogueras de la censura. La historia dominicana no es solo un relato de gloria; es también un cementerio de traiciones cuidadosamente maquilladas por quienes supieron ondear la bandera mientras vendían la patria por favores, títulos y privilegios.

Durante años, arrancaron páginas, quemaron archivos, borraron nombres, desterraron voces y sepultaron héroes vivos. Pero las verdades sobreviven, escondidas entre bibliotecas digitales, hemerotecas olvidadas y libros prohibidos que la maravilla del internet ha vuelto a sacar a la luz. Porque quien sabe buscar, encuentra. Y quien encuentra, ya no puede callar.

Este no es un homenaje: es un ajuste de cuentas con la historia.

Los traidores tienen nombre y apellido

Pedro Santana
El más infame de todos. De comandante glorioso en las batallas de 1844 a sepulturero de la República. Mientras Duarte predicaba libertad, él preparaba el terreno para el caudillismo. Expulsó a Duarte, Mella, Sánchez y demás trinitarios en agosto de 1844. Fusiló a María Trinidad Sánchez, a Duvergé, a Puello y a Sánchez, no por justicia, sino por conveniencia política. Y en el acto más vil de su carrera, anexó la República Dominicana a España en 1861. A cambio, recibió el título de Marqués de Las Carreras y el aplauso servil de una corona extranjera. Traicionó la sangre por nobleza, la patria por ego, y la libertad por una medalla.

Buenaventura Báez
Cinco veces presidente. El rey del oportunismo. Se pasó años vendiendo el país en cuotas: intentó anexarlo a Francia, luego a Estados Unidos. Fue un mercader del Estado, cambiando lealtades por cargos, manipulando constituciones y saqueando el erario. Donde hubo un ideal, él vio una oportunidad. Donde hubo un sueño, él puso un precio.

Juan Vicente Moscoso
Supuesto liberal y mentor intelectual de muchos jóvenes duartianos, pero cuando la cosa se puso fea, abandonó el barco. Fue parte de los que, al ver venir la represión de Santana, se silenció y se acomodó en las sombras. El traidor que enseña y luego se esconde.

José Joaquín Puello
Héroe en 1844, gobernador en momentos clave, pero terminó avalando las políticas autoritarias de Santana. Al final, cuando se necesitaba firmeza y voz, se rindió al pragmatismo del poder. Pasó de defensor de la causa a funcionario del verdugo. De mártir potencial, a cómplice silencioso.

Francisco Domínguez Charro
Miembro de la Junta Central Gubernativa, fue parte de la maquinaria que legitimó la expulsión de los trinitarios. Su firma manchó los documentos que marginaron a Duarte. Participó activamente en la estructuración de un gobierno títere al servicio del caudillo, por conveniencia y escalada personal.

Tomás Bobadilla y Briones
Primer presidente de la Junta Central Gubernativa tras la independencia. Intelectual brillante, pero tibio moralmente. Aunque al principio apoyó la independencia, luego justificó la expulsión de Duarte y pactó con los sectores conservadores. Fue el “legalista útil” de los traidores, el que escribió las palabras con las que se justificaron las puñaladas.

Benito Monción
Héroe restaurador, sí. Pero también fue parte de los que en la post-restauración permitieron que Báez regresara al poder. Sus acciones —o más bien su omisión— facilitaron el retorno del clientelismo político y del desorden institucional. Luchó por una causa, pero luego se vendió al pragmatismo.


El silencio también traiciona

No todos traidores lo fueron por acción. Algunos lo fueron por omisión, por cobardía, por cálculo. Por no haber defendido a Duarte cuando fue desterrado. Por callar cuando fusilaron a María Trinidad Sánchez. Por aplaudir con la cabeza gacha mientras vendían la bandera al mejor postor.

Muchos nombres, muchos más, siguen escondidos entre documentos censurados, cartas personales extraviadas, y discursos que nunca llegaron a pronunciarse. Pero están ahí. Y deben ser nombrados.


¿Por qué importa hoy?

Porque seguimos celebrando farsas mientras exiliamos la verdad. Porque hay estatuas de Pedro Santana en el Panteón de la Patria y ningún tribunal moral que lo juzgue. Porque la República sigue repitiendo los mismos errores: vendepatrias disfrazados de estadistas, caudillos maquillados de salvadores, promesas envueltas en banderas rotas.

Y porque si no decimos los nombres de los traidores, entonces traicionamos a quienes dieron su vida sin pedir nada a cambio.


La historia que nos contaron no es la historia completa. Y es hora de completarla.
Aunque moleste. Aunque incomode. Aunque duela.

 “Mientras no se escarmiente a los traidores como se debe, los buenos y verdaderos dominicanos serán víctimas de sus maquinaciones”.-Juan Pablo Duarte Diez

Publicar un comentario

0 Comentarios