En el vertiginoso universo de las ideologías modernas, hay una en particular que me resulta desconcertante: las ideologías de género. No por lo que intentan defender, sino por su incoherencia lógica y su constante contradicción. Mi problema no radica en que existan ni en su pluralidad; después de todo, vivimos en un mundo diverso. Mi problema es que, a pesar de abogar por inclusión, terminan excluyéndose a sí mismas del escrutinio social y excluyendo a quienes no comparten sus postulados. Lo que se presenta como una batalla por la justicia y la aceptación, en su núcleo, a menudo parece más un discurso emocional y egoísta que obvia las realidades objetivas.
1. Filosofía y Ontología: ¿Es Real lo que no Resiste el Escrutinio?
La historia humana ha sido una constante búsqueda de la verdad. A lo largo de los siglos, las civilizaciones han construido sus sistemas de creencias y conocimiento sobre la base de la duda, del cuestionamiento, de la eliminación gradual de lo que no puede sostenerse bajo el peso del razonamiento lógico. La ciencia, la filosofía y la historia han sido testigos de esta evolución; solo aquellas ideas que han resistido el escrutinio más riguroso han perdurado. ¿Cómo puede algo ser verdad si no soporta el escrutinio de la disidencia?
Las ideologías de género, con su multiplicidad de identidades y nociones fluidas, parecen funcionar bajo una premisa que se protege de cualquier tipo de crítica. Se han vuelto casi inmunes al análisis objetivo, ya que cualquier cuestionamiento puede ser rápidamente etiquetado como "discriminación" o "fobia". Aquí reside la primera gran ironía: se pide inclusión, pero se excluye activamente a quienes disienten. Esta contradicción erosiona el mismo fundamento de lo que es una verdad social o filosófica, ya que una verdad que no resiste el debate crítico no es una verdad, sino un dogma.
2. Psicología: ¿Sentimientos Sobre Hechos?
Los sentimientos son importantes. Nos permiten conectarnos con los demás y con nosotros mismos de formas profundas. Sin embargo, hay una diferencia clara entre lo que sentimos y lo que es real. Sentir que uno pertenece a una identidad de género distinta no invalida esa experiencia personal, pero convertir ese sentimiento en un hecho absoluto para todos es un salto arriesgado.
La psicología ha demostrado que las emociones no deben ser descartadas, pero tampoco pueden ser tratadas como hechos objetivos que rijan la realidad compartida por todos. La famosa cita de Carl Sagan resuena aquí: "Las afirmaciones extraordinarias requieren evidencia extraordinaria". No basta con sentir algo; se necesita justificarlo más allá del plano subjetivo si se pretende que sea reconocido universalmente. La imposición de las emociones personales como verdades colectivas crea una tensión peligrosa entre lo individual y lo social.
3. La Paradoja de la Inclusión Excluyente
Las ideologías de género nos proponen un mundo donde todos seamos aceptados por quienes somos, sin importar nuestras diferencias. Hasta aquí, todo parece noble. Sin embargo, al imponer un discurso único que no permite el desacuerdo o el análisis crítico, terminan cayendo en lo que podemos llamar "la paradoja de la inclusión excluyente". Es decir, promueven una inclusión que, en la práctica, excluye a aquellos que no se alinean con su narrativa.
Si uno no comparte plenamente estas ideas, automáticamente se le etiqueta como un "opresor", "intolerante" o "retrógrado". Y aunque la libertad de expresión debería ser un derecho inviolable, vemos cómo el discurso disidente es marginado o silenciado bajo el pretexto de proteger la sensibilidad de ciertos grupos. El resultado es un movimiento que, al intentar incluir, termina excluyendo todo lo que no es eco de su propia voz.
4. La Ciencia y la Lógica como Anclas de la Realidad
Históricamente, las ideas que hemos aceptado como verdades han pasado por un proceso riguroso de validación. La ciencia no es un conjunto de emociones o deseos, sino una búsqueda objetiva de la verdad basada en hechos, observaciones y pruebas. La lógica, por su parte, es el pilar sobre el cual se sostiene cualquier argumento válido. Si una ideología no puede pasar estas pruebas, ¿cómo puede entonces exigir ser aceptada sin reservas?
El género, desde una perspectiva biológica, tiene una base en la realidad de los sexos. Esto no niega la existencia de construcciones sociales alrededor del género, pero no podemos permitir que las construcciones subjetivas desplacen completamente lo que ha sido demostrado y aceptado durante siglos. Los sentimientos son importantes, pero no pueden convertirse en hechos simplemente porque lo deseemos.
5. El Discurso Emocional y Egoísta
Al observar el discurso dominante de las ideologías de género, uno no puede evitar notar su fuerte carga emocional. No se trata de un debate frío y racional sobre los hechos, sino de una batalla visceral por el reconocimiento de los sentimientos. Y aunque las emociones merecen ser escuchadas, el problema surge cuando se busca imponerlas sobre todos los demás.
Este enfoque emocional a menudo se convierte en egoísta, ya que ignora las realidades biológicas, sociales e históricas. Al exigir que todos se adapten a una narrativa basada en emociones, se desestima el hecho de que no todos comparten esas mismas experiencias o sentimientos. La aceptación social no puede construirse sobre la imposición de un solo punto de vista, especialmente cuando ese punto de vista no resiste el análisis lógico.
Conclusión: ¿Dónde Está la Verdad?
La verdad es, por definición, universal y resistente al escrutinio. Las ideologías de género, en su forma actual, se defienden de la crítica y se blindan bajo la protección de las emociones. Pero la historia nos enseña que lo que es verdadero perdura y lo que es meramente un sentimiento pasajero, eventualmente se desvanece. Si no podemos debatir abiertamente, si no podemos cuestionar, entonces ¿realmente estamos ante una verdad?
La inclusión no debería significar la exclusión del pensamiento crítico. Es aquí donde las ideologías de género fallan. Hasta que sus postulados no sean sometidos al mismo escrutinio que las demás ideas que aceptamos como verdades, seguirán siendo más una imposición emocional que una realidad objetiva. Y si no pueden resistir la disidencia, entonces debemos preguntarnos: ¿qué tan sólidas son realmente?
Autor: Job Vasquez.
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